Violencia y Perseverancia

Era un día como cualquier otro. Sólo había una diferencia. Tenía que viajar.

Tomé el bus a las 11:15 a.m y partí a Santiago.

La primera media hora de viaje fue ABURRIDA. La única entretención era la música que iba escuchando y el paisaje verde y fugaz que pasaba frente a mis ojos.

Como les decía, esa fue mi primera media hora de viaje. Calculo que fue media hora, pues es eso lo que suele demorar el bus en llegar a Illapel.

Llegué al terminal. Dejé mis cosas en el bus y bajé a comprar. Tenía hambre.

Compré papas fritas y néctar (¿por qué nadie cree que soy adicto al néctar?). El néctar era de durazno y venía en una pequeña botella de vidrio con una tapa a prueba de idiotas. Creo que por ahí partió el problema. Debí haber elegido otro tipo de envase…

No recuerdo cuantas veces leí las instrucciones de apertura y creo que fueron muchas, pero les juro que NO FUNCIONARON.

Al lado mío había un señor que me miraba con una cara de desprecio y burla; me decía ‘pobre tipo’ con su expresión. ¡Me insultaba con su mirada!

Apretaba el botoncito de la tapa con todas mis fuerzas. Centré mi ki en mi mano; el chakra incluso era visible en mi dedo pulgar pero la botella simplemente era invencible.

Y ahí estuvimos los dos; luchando por largo tiempo hasta que por fin tomé la decisión de rendirme.

Me concentré en la música y no pensé en la maldita botella por lo menos en 15 minutos. Pero seguía ahí, al lado mío, cerrada, como haciéndome burla.

El señor de al lado simplemente miraba el paisaje por la ventana que tenía más cerca, o sea la mía. A mi ya ni me miraba, tal vez por considerarme un ser demasiado inferior a él. Quién sabe.

Pero no podía quedarme así como así. Tenía de vencer a esa malvado recipiente y por sobre todo debía demostrarle a aquél señor que yo sabía abrir una botella.

Hice un último intento a costa de fuerza bruta pero algo en mi interior me decía que el fracaso era rotundo, o al menos con ese método. Tenía que buscar una forma eficaz.

Mi dedo cansado producto de tan violentos encuentros decidió reposar por un momento.

Mi mente elaboró un siniestro plan el cual de una vez por todos puso fin a tan cruenta batalla.

Saqué de mi bolsillo un arma secreta: aquellas llaves que por costumbre me traje y que no me sirvieron para nada más que vencer a la botella.

Gracias a mis llaves y a una palanca de primera clase que realicé con ellas, logré abrir la maligna botella y beber su contenido.

Una hora y treinta minutos aproximadamente duró el rudo combate. No miré nuevamente a aquel burlesco ser.

PD: Saludos Jessenia. Gracias por todo. :)